Muy buen miércoles, estimad@s lector@s. Como siempre, espero que sus familias se encuentren bien y gozando de salud, con garantías para poder acudir a su trabajo o negocio, lo que significa poder llevar dinero a la casa para satisfacer las necesidades familiares, que por el encierro se han visto reducidas a lo mínimo, por lo menos por ésta su casa. Como diría mi abuelita, no hay mal que por bien no venga.
Por razones de convivencia entre líderes y periodistas, tuve la oportunidad de platicar con el profesor Jerónimo Gurrola Grave, quien es dirigente estatal de la organización Antorcha Campesina. Era importante acercarme a este líder porque el tiempo es caprichoso, y lo que fue un reportaje en mis primeras entregas a un periódico, se había convertido en una oportunidad más madura en este 2022.
Hace unos treinta años o poco más, la organización Antorcha Campesina en el Edomex parecía haber sembrado el terror entre los primeros habitantes de las faldas del Cerro del Chiquihuite, ahora tristemente célebre por el deslave que afectó de muerte a las personas que construyeron en la parte alta (¿con permiso?). Nos mencionaron y fuimos testigos de cómo organizaban por las noches una especie de desfiles extraños, cargando antorchas encendidas en las manos, durante los cuales llevaban a cabo ceremonias para juramentar la adhesión al grupo mediante rituales de sangre. Confieso que jamás observé un ritual así, no era sencillo llegar y mezclarse con “los Antorchos”, pues había mucho control de grupo. Pero sí tuve en mis manos un folleto hecho a mano con un dedo que señalaba hacia abajo y del cual goteaba sangre. El caso es que los colonos que no pertenecían a la organización les tenían temor y se decían amenazados, de ahí que decidiera hacer aquel reportaje.
Tantos años después, en un desayuno, por fin tuve la fortuna de tener cerca al líder estatal de Antorcha para solicitarle una entrevista. El profesor Jerónimo aceptó de buena de gana. Se trata de un hombre sencillo pese a su personalidad, preparación y vida, pues él fue el secretario particular del líder nacional Aquiles Córdova Morán, fundador de Antorcha Campesina en Tecomatlán, Puebla. Allá, en los 70s, 2 o 3 familias decidían quién gobernaba, quién sembraba y quién comercializaba su producto; se trataba de sembradores humildes de cacahuate y sandía de temporal, hombres y mujeres pauperizados, sometidos al cacicazgo local que quitaba y prestaba tierras a voluntad. Al parecer, no había autoridad que metiera la mano para defender a nadie de aquél pueblo. Aquiles Córdoba, líder estudiantil egresado de la Universidad de Chapingo, fue solicitado por familiares y amigos para encabezar su defensa, ya que él era oriundo de allá. Y así comenzó Antorcha Campesina su camino de negociación o presión con gobiernos municipales y estatales, para rescatar lo suyo, primero, y después para defender otras causas. Los campesinos han emigrado a la ciudades donde ocupan cinturones de miseria en las grandes urbes. Del campo pasaron a las fábricas y nació así el sector obrero. Como la finalidad de Aquiles Córdoba es educar al pueblo para que conozca sus derechos, el sector magisterial fue uno de los primeros en funcionar. Esto, explicó el profesor Jerónimo Gurrola, facilita las gestiones, una de ellas, conseguir un predio para levantar casas en beneficio de los emigrados; simplifica construir o remodelar escuelas para los menores que llegan con sus padres. En México la situación rural se ha revertido: 75% somos población urbana y sólo el 25% son los campesinos que nos dan a todos de comer. Como era de esperarse, con la educación y trabajo de maestros comprometidos, surgió naturalmente también el sector estudiantil de Antorcha Campesina.
Quien esto escribe se dio a la tarea de conocer por qué se habla tan mal de la organización. Por ejemplo, por qué se dice que despojan de sus casas a algunas personas, por qué se dice que son invasores de tierras y que viven de los supuestos beneficiarios a quienes obligan a trabajar para ellos. Poco a poco se desveló la historia. Antorcha Campesina, a través de sus líderes, busca terrenos que el municipio tiene destinados a “desarrollo urbano y social”, que estén ubicados cerca de un terreno similar a donde han llegado ya las condiciones para urbanizar. Lo anterior se hace así porque encontrar terrenos lejanos es “meter en un gran problema económico a los gobiernos locales”. El terreno se compra para Antorcha Campesina con el fin de dividir los predios e ir pagando poco a poco; luego, hay que encontrar también a quien les permita pagar a plazos. Quienes habitan esos terrenos, obvio, se obligan a pagar poco pero puntualmente sus cuotas, de no ser así, comprensiblemente pierden su terreno, aunque se les reembolsa lo que ya han dado. Que a alguien le den un terreno para habitar de inmediato, no es fácil. Construir da arraigo. Pero algo más importante es el trabajo comunitario de la organización, esforzarse y movilizarse para ir construyendo, transfiriendo los servicios de agua, drenaje, luz, caminos decentes hasta la colonia. Si algunos beneficiados con terrenos deciden no vivir en el lugar hasta que todo esté puesto en la mesa, significa, para Antorcha Campesina, beneficiarse con el trabajo de los demás. Para ellos el esfuerzo tiene que ser común. Deben generarse ingresos para beneficio de la colonia; hay que hacer labor de enseñar al que nada sabe y orientar a quienes no conocen sus derechos para que sepan qué hay que enderezar.
Como puede verse, fueron cubriendo todos los flancos de la necesidad social. Semejan una armadura que va solidificando su forma y, lo más destacado, casi sin ayuda de un gobierno federal. Claro que saben cómo bajar recursos locales y federales; por supuesto que conocen todas las vías de la gestión gubernamental y política; tienen líderes muy bien preparados en el país y en el extranjero, según la problemática que surge como un reto para ellos. No hay duda de que son de izquierda, de izquierda hecha a los golpes. Si yo fuera un “gobierno tipo” en México, dictadorcillo, captador o comprador de voluntades; un gobierno que se aprovecha de todo y de todos, también les temería y hasta pagaría para que los difamaran. ¿Qué opina esta izquierda de la 4T? En la próxima entrega lo sabrán, así que atent@s mis querid@s lector@s.
De: Guadalupe Elizalde
Por razones de convivencia entre líderes y periodistas, tuve la oportunidad de platicar con el profesor Jerónimo Gurrola Grave, quien es dirigente estatal de la organización Antorcha Campesina. Era importante acercarme a este líder porque el tiempo es caprichoso, y lo que fue un reportaje en mis primeras entregas a un periódico, se había convertido en una oportunidad más madura en este 2022.
Hace unos treinta años o poco más, la organización Antorcha Campesina en el Edomex parecía haber sembrado el terror entre los primeros habitantes de las faldas del Cerro del Chiquihuite, ahora tristemente célebre por el deslave que afectó de muerte a las personas que construyeron en la parte alta (¿con permiso?). Nos mencionaron y fuimos testigos de cómo organizaban por las noches una especie de desfiles extraños, cargando antorchas encendidas en las manos, durante los cuales llevaban a cabo ceremonias para juramentar la adhesión al grupo mediante rituales de sangre. Confieso que jamás observé un ritual así, no era sencillo llegar y mezclarse con “los Antorchos”, pues había mucho control de grupo. Pero sí tuve en mis manos un folleto hecho a mano con un dedo que señalaba hacia abajo y del cual goteaba sangre. El caso es que los colonos que no pertenecían a la organización les tenían temor y se decían amenazados, de ahí que decidiera hacer aquel reportaje.
Tantos años después, en un desayuno, por fin tuve la fortuna de tener cerca al líder estatal de Antorcha para solicitarle una entrevista. El profesor Jerónimo aceptó de buena de gana. Se trata de un hombre sencillo pese a su personalidad, preparación y vida, pues él fue el secretario particular del líder nacional Aquiles Córdova Morán, fundador de Antorcha Campesina en Tecomatlán, Puebla. Allá, en los 70s, 2 o 3 familias decidían quién gobernaba, quién sembraba y quién comercializaba su producto; se trataba de sembradores humildes de cacahuate y sandía de temporal, hombres y mujeres pauperizados, sometidos al cacicazgo local que quitaba y prestaba tierras a voluntad. Al parecer, no había autoridad que metiera la mano para defender a nadie de aquél pueblo. Aquiles Córdoba, líder estudiantil egresado de la Universidad de Chapingo, fue solicitado por familiares y amigos para encabezar su defensa, ya que él era oriundo de allá. Y así comenzó Antorcha Campesina su camino de negociación o presión con gobiernos municipales y estatales, para rescatar lo suyo, primero, y después para defender otras causas. Los campesinos han emigrado a la ciudades donde ocupan cinturones de miseria en las grandes urbes. Del campo pasaron a las fábricas y nació así el sector obrero. Como la finalidad de Aquiles Córdoba es educar al pueblo para que conozca sus derechos, el sector magisterial fue uno de los primeros en funcionar. Esto, explicó el profesor Jerónimo Gurrola, facilita las gestiones, una de ellas, conseguir un predio para levantar casas en beneficio de los emigrados; simplifica construir o remodelar escuelas para los menores que llegan con sus padres. En México la situación rural se ha revertido: 75% somos población urbana y sólo el 25% son los campesinos que nos dan a todos de comer. Como era de esperarse, con la educación y trabajo de maestros comprometidos, surgió naturalmente también el sector estudiantil de Antorcha Campesina.
Quien esto escribe se dio a la tarea de conocer por qué se habla tan mal de la organización. Por ejemplo, por qué se dice que despojan de sus casas a algunas personas, por qué se dice que son invasores de tierras y que viven de los supuestos beneficiarios a quienes obligan a trabajar para ellos. Poco a poco se desveló la historia. Antorcha Campesina, a través de sus líderes, busca terrenos que el municipio tiene destinados a “desarrollo urbano y social”, que estén ubicados cerca de un terreno similar a donde han llegado ya las condiciones para urbanizar. Lo anterior se hace así porque encontrar terrenos lejanos es “meter en un gran problema económico a los gobiernos locales”. El terreno se compra para Antorcha Campesina con el fin de dividir los predios e ir pagando poco a poco; luego, hay que encontrar también a quien les permita pagar a plazos. Quienes habitan esos terrenos, obvio, se obligan a pagar poco pero puntualmente sus cuotas, de no ser así, comprensiblemente pierden su terreno, aunque se les reembolsa lo que ya han dado. Que a alguien le den un terreno para habitar de inmediato, no es fácil. Construir da arraigo. Pero algo más importante es el trabajo comunitario de la organización, esforzarse y movilizarse para ir construyendo, transfiriendo los servicios de agua, drenaje, luz, caminos decentes hasta la colonia. Si algunos beneficiados con terrenos deciden no vivir en el lugar hasta que todo esté puesto en la mesa, significa, para Antorcha Campesina, beneficiarse con el trabajo de los demás. Para ellos el esfuerzo tiene que ser común. Deben generarse ingresos para beneficio de la colonia; hay que hacer labor de enseñar al que nada sabe y orientar a quienes no conocen sus derechos para que sepan qué hay que enderezar.
Como puede verse, fueron cubriendo todos los flancos de la necesidad social. Semejan una armadura que va solidificando su forma y, lo más destacado, casi sin ayuda de un gobierno federal. Claro que saben cómo bajar recursos locales y federales; por supuesto que conocen todas las vías de la gestión gubernamental y política; tienen líderes muy bien preparados en el país y en el extranjero, según la problemática que surge como un reto para ellos. No hay duda de que son de izquierda, de izquierda hecha a los golpes. Si yo fuera un “gobierno tipo” en México, dictadorcillo, captador o comprador de voluntades; un gobierno que se aprovecha de todo y de todos, también les temería y hasta pagaría para que los difamaran. ¿Qué opina esta izquierda de la 4T? En la próxima entrega lo sabrán, así que atent@s mis querid@s lector@s.
De: Guadalupe Elizalde