Esta vez quiero levantar la voz y decir las cosas que se ven en el día a día en una de las instituciones de salud más grandes e importantes del país: el Instituto Mexicano del Seguro Social, sin lugar a duda, en cuanto a atención médica es de primer nivel. A mi hermana menor, se le realizó un trasplante de riñón, todo el proceso inició en el hospital de zona de San Juan del Río, posteriormente mi hermana fue canalizada al hospital Siglo XXI de la Ciudad de México, cada quince días tramitábamos los viáticos para que el autobús la llevara a ella y a muchas personas más a las citas médicas de especialidad, ahí empezaba un calvario para familiares y enfermos, y no porque se negara el servicio, la atención o el envío, sino porque para solicitar los boletos del transporte es necesario acudir a una ventanilla en la cual parece ser que los responsables son los que destinan de sus ingresos, el presupuesto para solventar dichos gastos. La atención que se da a los enfermos y familiares es de prepotencia, desprecio, negligencia y maldad. No hablo de algo que desconozco, lo viví en carne propia, diría mi madre “cuando digo que la mula es prieta es porque tengo los pelos en la mano” Personalmente acudía a solicitar esa prestación que mi hermana tenía derecho porque se estaba pagando, al colapsar los riñones de mi hermana, la empresa para la cual trabajaba de inmediato la dieron de baja, y es un tema del que más adelante hablaré también, “esa es otra historia” digna de hablar y hacer un tema de reflexión y denuncia. Cuando me presentaba a ventanilla a solicitar los viáticos, rezaba porque el encargado en turno estuviera, si no de buen humor, con disposición para realizar bien su trabajo, varias veces me trataron con la punta del pie, recibí maltrato, malas contestaciones, y también a gente mayor que llega buscando una orientación, al desconocer los trámites, las oficinas, la gente responsable de los diferentes trámites a realizar. Fueron muchas horas aguardando en una sala de espera que la trabajadora social se presentara, encontrar a alguien que tuviera la amabilidad de responder sin gruñir a un pregunta; no quiero generalizar, también encontré médicos profesionales, enfermeras, personal que aún conserva un rasgo de humanidad, de amabilidad, de empatía, creo que se cuentan con los dedos de las manos. No sé si al personal que labora en una institución de salud se le pida que se despoje de la sensibilidad, de los sentimientos, porque tal parece que el dolor ajeno no les conmueve, ver como alguien llega gritando del dolor, con un hombre o mujer de edad avanzada y detrás de una ventanilla solo miren sin mirar, sin importar lo que ocurre, sin brindar un apoyo, una palabra de aliento, ayuda para el que la solicite. Cuantas personas de las llamadas “tercera edad” acuden solos a tramitar un servicio, una consulta, a visitar un familiar y no encuentran a nadie que les brinde una orientación, de mala manera los mandan a tal o cual lugar ignorando que desconocen cómo llegar, a quién dirigirse, son tratados con indiferencia, con molestia, si se quiere dar una queja, no hay oídos receptores que la escuchen. Los vigilantes parecen ser carceleros de Lecumberri, con abuso de autoridad sacan a las personas, les contestan de mal modo, los intimidan y no hay quien ponga un alto. Pero ahí no acaba todo, parece que el despotismo, la intolerancia, la falta de empatía es el requisito principal para entrar a laborar en esta institución, ahora volteemos a mirar a los responsables de la farmacia: esas personas encargadas de hacer entrega de los medicamentos a los derechohabientes, es cierto, no son los responsables de la falta de medicamentos, son responsables del maltrato, de las malas contestaciones, de la desinformación a los pacientes. Existe medicamento que es vital para quienes deben tomarlo de por vida, medicamento que es imposible de comprar por el elevado costo y que va de por medio la vida de quien debe tomarlo y al preguntar al encargado de la farmacia es exponerse a recibir un trato vil, despótico y grosero. Quien acude al hospital no va a realizar un tour para conocer sus instalaciones, para saludar a los vigilantes, a las enfermeras, al personal médico, a los responsables de las diversas áreas, acude porque necesita atención médica, medicamento, un estudio, encontrar un apoyo en su enfermedad. Es importante que los prestadores de servicios de salud reciban un curso de sensibilidad, de buen trato, de empatía hacia sus semejantes, ponerse en los zapatos de los que dependen de sus servicios, de su información, de su conocimiento, de su apoyo. Son más difíciles de tratar los empleados que los mismos médicos que están en servicio, atendiendo a los cientos de pacientes que llegan día a día con distintas enfermedades y padecimientos. También quiero expresar a esos médicos que luchan en medio de las carencias, de los bajos ingresos, de los contagios, de la muerte, MI AGRADECIMIENTO INFINITO, a quienes realizan operaciones de alto riesgo, trasplantes, a quienes reciben vida, a quienes por más esfuerzos que hagan, no pueden rescatar una vida, GRACIAS, por ustedes, mi hermana sigue aquí, por ustedes la vida de tantas personas ha visto una luz de esperanza. Mi esperanza es que no se pierda la calidad de humanos para los que trabajan atrás de un escritorio, de una oficina, de una farmacia, traten a los demás como quieran ser tratados, nadie es más, nadie es menos, si todos colaboramos por hacer un mundo mejor aún dentro de la enfermedad, lograremos tener instituciones de salud de primer nivel en atención, respeto y amor. Escribe Maestra Lorena Reséndiz
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