Buenos días a tod@s l@s lector@s de este espacio. Agradezco con toda alegría los comentarios que dirigen a esta escribidora. Quien lanza sus papeles al viento, decía el poeta León Felipe, nunca sabe la suerte que éstas seguirán, a no ser por la luz que ustedes encienden delante de ellas. Con su apoyo y el de mi propia convicción, se sostiene esta columna semanalmente. Muchas gracias. Y comenzamos con la buenas noticias que trae mi abuelita en el bolsillo: ayer a media noche supimos que la mujer desaparecida en Coyuca de Catalán, Guerrero, titular del Ministerio Público, Patricia Jacqueline Salgado, fue liberada en tierra caliente, Guerrero, y ya recibe atención médica. Quien sigue en la polémica y tiene muy mal tino para dejarse ver en pésimas compañías es Norma Otilia Hernández Martínez, presidenta municipal de la sufrida capital guerrerense. Si admite o no que se aposenta a departir con Celso Ortega Jiménez, uno de los líderes del grupo criminal de “Los Ardillos” (¿Remember Ayotzinapa?), es lo de menos porque su reunión fue filmada. Lo que sí resulta ridículo, dice mi abuelita, es que salga a cuadro llorando porque “le están haciendo tan difícil el camino” de su desempeño político. Esta impresentable funcionaria que públicamente departe con delincuentes de la peor ralea, carece de razón cuando se sube a los discursos que van poniéndose en boga en esta República que creímos había perdido la capacidad de asombro y su creatividad innata. Imagínese usted que ahora, llena de lágrimas, acusa a sus críticos de estar aplicándole una pésima crítica sólo por su género. Esta dama, alcaldesa de Chilpancingo, acusó a los medios (ya no es novedad) de emprender una campaña en su contra “orquestada por los poderes fácticos”; y en la misma está la gobernadora, hija de otro impresentable, Félix Salgado Macedonio, quien es el que realmente mueve los hilos del poder en ese pobre –de pobreza y suerte- estado. Salgado Macedonio tiene 66 años, le apodan El Toro, y se hizo famoso en la colonia Condesa de la Cdmx por los desdoros que escenificó en su moto de armadillo, empapado de alcohol, como las torundas médicas, a más de la acusación de violación que pende sobre su cabeza. ¿Qué puede esperarse de sujetos así?, pues lo que hay: El estado en las manos de los “poderes fácticos”, como solloza la alcaldesa. Lo malo es que no son civiles ni económicos. No hemos visto lo peor en Guerrero: se rumorea que por tierra caliente viene avanzando la FMich, y entonces así, van a ponerse las cosas de a peso.
Por otro lado tenemos a Chiapas, estado que nos puede servir de ejemplo al menos por dos situaciones. Mi abuelita está pasmada por la quema de libros de texto por parte de una comunidad Tzotzil, habitante de San Antonio el Monte. Se trató que padres y madres de familia decidieron que el contenido de los libros que mandó la federación se evaluó como “no apto” y así se asentó en una minuta que firmaron los presentes. El líder de los maestros indígenas de la Sección 7 (SNTE), salió con el discurso ya conocido y ultratrillado en los tiempos de la 4T: que se trata de padres manipulados que cayeron “en el juego de la derecha y utraderecha reaccionaria que se mueve en el país”. ¡Caramba!, soltó mi abuelita: si esta derecha y ultraderecha, los dueños del poder retrógrado, más la mafia de poder, conservadores, rancios corruptos y etcéteras quisieran regresar, no tienen más que desearlo. Dado el poder que le confieren a diario los poderosos de Morena desde Palacio, y los no tanto desde los estados, es una incógnita cómo no han podido tomar el poder por asalto, ¿no cree usted? Mi abuelita daría una de sus trenzas por saber qué opina el expresidente Carlos Salinas de Gortari, de todo este descuajaringue. Pero, ¿de dónde saca una su paradero?
Quien sí nos ha llenado de arrugas por la risa que nos causó fue el titular del Ejecutivo: apenas pudimos creer que nos arrojara un discurso mañanero sobre la democracia electoral, con tal desembarazo. Dijo así: veremos algo que desde hace décadas, es más desde hace siglos, no se veía en el país (México); que el Ejecutivo no meterá la manos en la sucesión presidencial. ¿Y entonces? ¿Para que construyó a su alrededor un presidencialismo tan encarnizado? ¿Si el pueblo lo adora, para qué le compra el voto? ¿Si el ejército le es fiel, para qué los maicea? Y si sus corcholatas son libres de explayarse sobre el gobierno que ejercerán de llegar a la presidencia, ¿por qué se les ha impuesto la ley mordaza? Si Ebrard alza la voz, todos le caen encima. Un duro caso para Amli sería que una de sus corcholatas, sólo una, hiciera un nuevo pacto con “los poderes fácticos” y esos mismos le arruinaran la elección. Ojo: no críes cuervos.
Escribe: Guadalupe Elizalde
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