viernes, noviembre 22, 2024

#MotelGarage Hay que ser puercos pero no trompudos

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Le dijo que no sin miramiento mientras tarareaba me crié entre los matorrales, ahí aprendí hacer las cuentas, nomas contando costales.
Siete de la mañana. Cuando traspaso la puerta del vigilante intramuros camino directo hacia su objetivo. No sin antes pasar por el arco detector de metales. Y las preguntas de protocolo del oficial intramuros que porta la matona 45, una chulada con su cacha color cuero.
Camino.
Por la mañana se había acicalado muy bien. Va muy segura. Feliz y segura. Las películas de acción la vuelven loca. Es madre soltera. Tres hijos que son sus bendiciones. Se aplicó, no una ni dos ni tres capas de crema en el cuerpo. Se había cruzado con su madre, a quien dos surcos debajo de los párpados se le bifurcan en miles de senderos, eso le da un aire que infunde respeto, en la cocina, le robó un pan caliente y entusiasmada salió a la calle donde ya le estaba presionando el taxi de aplicación. Su fuerte es trapear pisos, parece una tontería, pero poca gente sabe hacerlo bien. El piso lo deja opaco. Esta es la técnica, le abría dicho su mamá hace muchos años, pero muchos años y durante muchos años. El trapeador debe estar muy limpio antes de usarse. Nada de grandes cantidades de jabón. Muchos usan hasta media botella, pensando que así el piso quedará mucho mejor. Ni madres, son anuncios de la televisión que quieren que gastes y que compres más, si pendejos no son los que hacen esos anuncios. El piso te quedará pegajoso si usas mucho jabón , con media tapita es suficiente; después a chingarle. Lo primero es una pasada con el trapeador muy mojado, dejarlo unos segundos y tallar hasta que se desprenda cualquier pegoste. Luego das otra pasada con el trapeador bien exprimido. Abre las ventanas y deja que el aire haga su parte, tendrás un piso brillante, liso. Pero lo más importante, el piso debe estar bien barrido o de lo contrario el polvo y el agua solo generarán lodo. Pasado los años de muchos años y después de tanto estar chingue y chingue su mamá que así que así no, que es así, logro convertirse en una gran trapeadora de pisos y conseguir trabajo en una empresa subcontratadora donde no tiene nada de reparto de utilidades o aguinaldo ni bonos extra a fin de año. No sabe lavar ropa, siempre le queda apestosa y percudida.
Es de cuerpo rollizo. Bueno, no tan rollizo. Es del tipo gordibuena que de tan buena cuando camina hace círculos con las nalgas como las han hecho famosas. Tan famosas que hasta hay un lugar de alas y cervezas que se apropió de tal nombre: Las gordibuenas.
Había tomado un taxi de aplicación que la dejó afuera de la iglesia de San Francisco de Asís. El sonido de las campanas retumbaba y el eco se oía en los alrededores de la plaza. Descendió del auto. Corrió a las palomas que el padre alimentaba, del frente de ese emporio cuya materia prima de comercialización es el ser supremo. Esas nalgas tienen sus convenientes. El padre alzó la vista y vio al cielo “ Dios, cuanta fortaleza hay que tener para resistirse a la tentación”. Se levantó un estruendo de alas a su paso. La gordibuena se persignó y dio los buenos días la padre y al mismo tiempo pensó en el padre de la iglesia de su colonia que seguramente a esa hora en un cubículo pequeño oía atentamente a una criatura de Dios. Últimamente allá en su colonia no se hablaba de otra cosa. Colonia de interés social. Casas de esas pichoneras. Casas a pagar hasta 30 años. Al padre de su colonia le gusta decir Dios mucho, muchas veces mucho muchas veces.
Subió alisándose los cabellos. Saludo a la señora de limpieza. Llegó al último piso. Toco la puerta. Entro. El servidor público le ordenó que pasara. Allí estaba el servidor público. Le dio los buenos días que ella correspondió. Olía a café. La señora de la limpieza había puesto café en la cafetera. Tiene mano para el café. El servidor público le ofreció mientras se levantaba para servirse la infusión sin azúcar que porque es mejor sin azúcar, la vida la prefiere mejor sin azúcar, amarga.
Volteó. Con café en mano. Solo para verla. Desnuda de la cintura para arriba, con la petición de que le iba a pagar con cuerpo si la apoyaba en varias gestiones entre ellas haberse metido en una de esas pirámides donde prometen hacerte rico a cambio de engatusar a otros con el cuento, pero terminó enbroncada cuando los líderes del negocio se piraron y la dejaron con el pie en la cárcel , desprestigio social y familiar. El servidor público se quedó de a seis. La mujer que tenía enfrente tenía las huellas de una peritonitis invasora que de tanto reguero infectó en su interior.
Le dijo que no. Allí fue cuando le externo la respuesta negativa como si fuera un robot sin sentimientos porque hay que ser puercos pero no trompudos.
Augusto Sebastián [email protected]

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